Adrián Castro Gálvez
Fecha 14/05/2021
Tras muchos meses de espera (quizás demasiados) el Gobierno ha anunciado que van a volver los espectadores a los campos y canchas de los equipos profesionales de fútbol y baloncesto. Sin embargo, está vuelta no es completa, y no lo digo solo por que los estadios tendrán un aforo limitado, sino porque incomprensiblemente se limita las comunidades donde los aficionados pueden volver a las gradas.
En concreto, la decisión del Gobierno ha sido autorizar la presencia de público en las dos últimas jornadas de Primera y Segunda División y lo que queda de ACB en aquellos territorios que estén en Fase 1 en cuanto a la pandemia, donde la incidencia acumulada esté por debajo de 50. Esto hace que la vuelta de público el próximo fin de semana solo se vaya a producir en cuatro partidos, tres en la Comunidad Valenciana y uno en Galicia. El aforo máximo permitido será de un 30 por ciento de la capacidad del estadio con un máximo de 5.000 espectadores locales.
A pesar de que han asegurado, que esta situación podrá ser sometida a cambios en función de la mejora de la evolución de la pandemia en el resto de Comunidades, la cercanía del final de la competición hace que sea muy difícil que haya más Comunidad que se puedan sumar a la vuelta de público a las competiciones profesionales.
Llegados a este punto, nos surgen dudas sobre si el criterio adoptado es proporcional y, sobre todo, si no se ha producido un agravio comparativo entre el deporte profesional y otras actividades análogas.
Pues bien, bajo mi personal punto de vista, nuevamente, el deporte profesional sufre una tremenda discriminación respecto de otras actividades de ocio. Sin salir del propio deporte, desde prácticamente el inicio de esta temporada vemos como en el deporte aficionado tienen gente en sus estadios con las limitaciones que impone cada Comunidad Autónoma, es decir, todas las competiciones de cualquier deporte distinto de la Primera y Segunda División de Fútbol y la ACB de Baloncesto, han tenido público limitado solo por las restricciones que imponía cada CCAA.
No es lógico, que en los mismo Pabellones Deportivos, se pudieran ver partidos de balonmano o de baloncesto amateur a las cinco de la tardes, pero se tuviera que vaciar a las ocho porque había partido de la ACB. Tampoco es lógico, que este fin de semana vaya a haber público en los partidos de Play Off de ascenso a Segunda División en Extremadura, con aficionados que viajaran desde otras Comunidades Autónomas, pero si el Extremadura o el Badajoz estuvieran en Primera o Segunda División no podrían tener público, al ser la incidencia acumulada mayor de 50.
Ni que decir tiene que, si comparamos el deporte profesional con otras formas de ocio, este agravio comparativo se dispara, ya que se permiten aforos reducidos tanto en cines, teatros, conciertos, etc., incluso en espacios cerrados, siendo cada CCAA quien decide las condiciones concretas, sin que en ningún caso el Gobierno central haya impuesto limitaciones similares a las del deporte profesional en este tipo de actividades.
Por ello, seguimos sin entender el exceso de celo que desde el Gobierno central se tiene a la vuelta de aficionados al deporte profesional, y en detrimento de otras actividades en las que se ha dejado la competencia a la Comunidades Autónomas.
Ahora bien, el problema de estas medidas tan concretas en el fútbol y baloncesto profesional pueden llegar a afectar la competición en sí, ya que permitir públicos en unos estadios si y en otros no, afecta claramente a la integridad de la competición, un concepto que no está regulado, y que hemos oído multitud de ocasiones referida al amaño de partidos, pero que en este caso hace referencia a la conservación de la misma competición que empezó sin que ningún equipo pueda ser favorecido por los cambios. Puede parecer una cuestión menor, pero los cambios introducidos en la competición afectan directamente al principio de seguridad jurídica garantizada por la Constitución.
Difícilmente, se puede argumentar que no se afecta a la integridad de la competición cuando el Elche va a sentir el calor de los pocos aficionados que pueden entrar en su estadio en su lucha por evitar el descenso, y, sin embargo, Eibar, Valladolid, Huesca, Getafe y Alavés tendrán sus gradas vacías.
Otra modificación importante será (de momento) la ausencia de aficionados en las gradas, que ya sabemos que puede afectar, y mucho, en los resultados de los equipos. Como muestra, valga recordar que el Osasuna fue capaz de encadenar hasta 31 partidos sin perder en su campo, lo que nos habla de la importancia de contar con el aliento de la afición. Y lo mismo ocurre en la lucha por Europa, o incluso por el descenso en Segunda División. Algunos equipos tendrán un plus de ánimo que no tienen los demás.
Ante todo ello, y aunque sea loable el intento de las instituciones de devolvernos poco a poco a la normalidad, viendo la realidad de la competición el criterio más prudente hubiese sido no permitir la vuelta de público en lo que queda de liga y esperar a la siguiente, o dejar que sean las CCAA quienes regulen la entrada de público en los estadios según la incidencia de cada provincia, tal y como se viene haciendo en el deporte no profesional o en otras actividades de ocio y espectáculos. Con esta medida, solo se desvirtúa una competición dándole una ventaja competitiva a unos competidores contra otros, lo cual no hace más que ir en contra el espíritu propio del deporte.