Daniel Álvarez de Blas
Date 28/09/2021
Un juzgado de lo Social de esta irreconocible y cada vez más rara España, ha considerado oportuno dictar sentencia según la cual no es procedente despedir a un trabajador que increpa, empuja y pone a parir a su jefe, acordándose de su santa madre y de todos sus antepasados ya fallecidos, y al que, gracias a Dios y a la intervención de otros trabajadores, no logró agredir.
El Tribunal Superior de Justicia, que el pasado mes de julio ha resuelto el recurso que la empresa planteó frente a esa sentencia, decide alinearse con el juzgador de instancia, para compartir la idea de que la empresa no tuvo en cuenta, al decidir el despido debatido, que el trabajador acababa de tener noticia del fallecimiento de un pariente.
Un par de días antes de enterarme de esta sentencia, veo con igual perplejidad, el video que ilustra la noticia según la cual el vicepresidente de la Cámara Baja, nunca antes le vino tan bien el nombre, decide la expulsión del hemiciclo de un diputado que se niega a retirar el insulto que, dice, ha proferido a otra diputada. Parecía una escena de colegio.
Aunque no logro escucharla con claridad, parece que es “bruja” la palabra con la que el diputado sancionado se refirió a quién, haciendo uso de la palabra, con tono sarcástico y una sonrisa gratuita e intencionadamente irónica, dijo: “recen ustedes cuanto quieran, pero dejen a las mujeres ejercer sus derechos” (se refería a eso que la posmodernidad legislativa ha dado en llamar derecho a abortar).
En el vídeo se ve cómo un ujier se dirige al escaño con la intención de hacer cumplir a la fuerza la orden de desalojo, dada por quien presidía el debate, cuya piel fina, en ese momento, le aconsejaba tener a este diputado por lenguaraz, merecedor de la reprimenda y del castigo.
En la sentencia a la que antes me he referido, lo que en concreto se lee que el trabajador sancionado dijo a su jefe fue “hijo de puta, me cago en tu puta madre, me cago en tus muertos”.
No hay día en que no me venga a la cabeza esa viñeta de Quino, en la que Mafalda grita “paren el mundo, que me quiero bajar”. Con especial intensidad desde el 7 de junio de 2018, de infausto recuerdo.
A lo mejor, estas paradojas de la vida tienen que ver con eso de las, cada vez más groseras, diferentes varas de medir o con el detalle de cuál es el partido político en el que milita el diputado llamado al orden. Sea como sea, no comprendo nada.
Toda mi solidaridad con el abogado de la empresa al que le ha tocado esta perla de sentencia.