Daniel Álvarez de Blas
Fecha 30/04/2021
Suele ser habitual en mí que cuando trato a un cliente nuevo, en algún momento de nuestra primera conversación, le aclare que tengo de sindicalista lo mismo que de caparranas; frase en la que me reafirmo día sí y día también, y más a la vista de la indolencia sindical en todas y cada una de las jornadas que venimos sufriendo en estos trágicos, duros y densos trece últimos meses.
A pesar de la cruda realidad, constatada por los datos de la última Encuesta de Población Activa (1.226.200 hogares con todos sus miembros en paro), imagino que los sindicatos, a los que obviamente me refiero, en una actitud de pasividad y atonía paniaguada, que, por descontado, mantendrán mientras el gobierno de la Nación siga siendo el que es, tratarán de buscar alguna excusa que justifique lo poco o nada que han hecho por los maltrechos trabajadores, que, se supone, representan.
Doy por hecho que, por corrección política y por aquello de no morder la mano de quien les da de comer, jamás se ampararán en los drásticos recortes que venimos sufriendo, todos, en no pocos de nuestros derechos fundamentales, desde que se decretó el estado de alarma en marzo del pasado año.
Cosas de las realidades paralelas y de las varas de medir.
Sospecho que este próximo Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, desde su estado de letargo, ahítos de gloria, inmerecida, y de grasa, por falta de movimiento, no estrenarán el regalo que, a modo de bomba de relojería, se les ha hecho con la promulgación de la Ley Orgánica 5/2021, del pasado 22 de abril, por medio de la cual, so pretexto de que ya existe el delito genérico de coacciones, se han cargado la especialidad que de éstas, hasta ahora, recogía el artículo 315.3 del Código Penal.
El oxímoron “piquete informativo” deja de tener razón de ser.
Ya todo valdrá, como de hecho ya vale hablar de sindicato de manteros y, con no poca imaginación, y a poco faltar, de sindicato de okupas.
Eso sí, la impunidad que esta reciente modificación del Código Penal brinda a la actividad sindical, para que el derecho de huelga se convierta en obligación, no la veremos estrenar mientras el gobierno no sea del signo del que, sin pudor, se pone a caer de un burro en el preámbulo de la ley Orgánica que envuelve el regalito de don Pedro.
De mal en peor.
Por cierto, el que alguna palabra esté escrita con minúscula, en lugar de la debida y más correcta mayúscula, no se debe ni al error ni al lapsus.