Adrián Castro Gálvez
Date 02/09/2020
En este extraño verano que acabamos de vivir, lleno de restricciones y medidas de seguridad, los amantes del fútbol tuvimos, al menos, un motivo de felicidad como fue la vuelta de la Champions. Pero como en todas las competiciones nacionales, tras la pandemia la UEFA tuvo que adaptar su competición estrella a la nueva realidad.
El camino hacia la Orejona ha tenido que variar radicalmente su formato para poder concluir en este mes de agosto. El primer cambio que apreciamos fue la ausencia de público. Este hecho es sumamente importante, ya que se jugaron cuatro eliminatorias a doble partido que se celebraron a puerta cerrada, a pesar de que el primer partido se jugó con público. Esto evidentemente supone una alteración de la integridad de la competición.
Otro cambio fue la posibilidad de variar las plantillas inscritas en el mes de febrero para disputar estos partidos. UEFA permitió que los equipos inscribiesen hasta tres nuevos jugadores en la plantilla, con el único requisito de que ese jugador estuviera en la plantilla antes del partido de ida de los octavos de final. Así, por ejemplo, el jugador del Barça, Ousmane Dembélé, que no estaba en la lista de la Champions de febrero por estar lesionado, pudo ser registrado por el Barça, pero no Martin Braithwaite, jugador que ficharon para suplirlo.
El otro cambio más significativo fue la centralización de la competición en una sede única desde la fase de cuartos, así como la disputa de las eliminatorias a un solo partido, eliminando el tradicional doble partido. Por lo que, los partidos de vueltas de octavos de final que no se disputaron por la suspensión de la competición, se jugaron en el campo donde estaba previsto, y desde ese momento los ocho equipos calasificados para cuartos de final, se trasladaron a Lisboa para disputar el resto de eliminatorias a partido único hasta que el 23 de agosto en el Estádio do Sport Lisboa e Benfica, se coronó el nuevo campeón de Europa.
Todos estos cambios nos permiten ver que la competición no es la misma que comenzó el mes de agosto de 2019, ya que algunas eliminatorias a doble partido se jugaron con público y otras a puerta cerrada, y se varió el formato de la competición cuando ya estaba comenzada. Por lo que, bajo nuestro punto de vista, todos estos cambios vulneran el principio de integridad de la competición. Este principio no está recogido en ninguna de las normas deportivas que rigen las competiciones, a pesar de ser el garante de la igualdad para todos los participantes en la contienda.
En consecuencia, nos hemos encontrado con una nueva Champions, con un formato atractivo, más parecido a la fase final de los mundiales y eurocopas que a la competición que estamos acostumbrados, pero que vulnera la integridad de la competición. Lo cual, puede desembocar en la judicialización del fútbol (como esta pasando con la Liga Smartbank) por cambiar las reglas del juego en mitad del partido.