Juan Luis Balmaseda de Ahumada y Díez
Fecha 26/03/2020
Llegará el momento en que nos asomemos a los balcones a dar un caluroso aplauso a todas esas pymes que hayan sido capaces de seguir haciendo país, a pesar de las adversidades.
Seguimos encerrados en este país, mirando la calle vacía por la ventana, y la televisión llena de malas noticias. El silencio de las avenidas contrasta con el ruido en los medios de comunicación y, sobre todo, de las redes sociales.
Los contagiados por el coronavirus se cuentan ya por miles en España, los muertos superan ya los tres millares y todo apunta a que serán muchos más.
Lo grave de esta situación de incertidumbre no es sólo la capacidad de afectación que ya vemos que tiene el virus sobre la salud, igual de importante es la incertidumbre sobre cuál será la afectación a nivel social y económico.
Como en el ámbito de la salud hay especialistas que están aportando conocimiento en tiempo real, yo quiero centrarme en un aspecto que hoy quizás parezca secundario (lo importante que son las vidas), pero que tendrá graves consecuencias cuando la vida haya sido salvaguardada.
Se trata de las pymes, esas empresas que forman el 99% del tejido empresarial español y que producen el 70% del empleo (Ministerio de Economía). Este virus está demostrando que no es sólo peligroso para las personas, sino que es igualmente pernicioso para las pymes, y podemos ver en las próximas semanas como el índice de mortalidad de éstas se multiplica exponencialmente. En este caso, es el Gobierno el que tiene la responsabilidad de encontrar una vacuna adecuada.
De momento, el grueso de las pymes ha paralizado su actividad con la consiguiente pérdida de ingresos, problemas de financiación, problemas para la plantilla y un largo etcétera que puede seguir creciendo a medida que avance la crisis.
En el escenario actual, la pyme padece una afectación directa cuando se vea obligada a suspender su actividad total, ya sea porque así lo decreten las autoridades competentes o se adopte dicha decisión para cumplir con el deber de velar por la salud de sus trabajadores. Por su parte, la afectación será indirecta cuando se produce un descenso de la actividad como consecuencia de una disminución de pedidos y ventas, o por la falta de materiales de proveedores.
En el primero de los casos, la vacuna que podrá utilizar la empresa será el Expediente de Regulación de Empleo Temporal (ERTE) por causas de fuerza mayor, que le permita después recuperar la fuerza laboral al tiempo que la capacidad productiva. En el segundo caso, las medidas de saneamiento deben venir del Consejo de Ministros. Podríamos decir, por tanto, que en el primer caso hay un medicamento eficaz al menos temporalmente, pero que, en el segundo, depende totalmente de las decisiones de los especialistas.
El ERTE permite suspender los contratos de todos o de parte de los trabajadores o aplicar reducciones de jornada de trabajo entre un 10% y un 70% ya sea diaria, semanal, mensual o anual; en ambos casos, de manera temporal. Y también existe la posibilidad que una compañía lleve a cabo las dos medidas al mismo tiempo, es decir, que suspenda el contrato de parte de su plantilla y que reduzca la jornada del resto.
Esta posibilidad dará aire a muchas pymes asfixiadas por la situación, pero en este momento es donde tenemos que tener en cuenta también al equipo humano que conforma una pyme. La decisión de suspensión de contratos por parte de la empresa, supone que inmediatamente, los trabajadores afectados quedan en situación legal de desempleo, lo que le permite también acceder a las ayudas económicas previstas para estos casos.
¿Serán suficientes estas medidas para evitar la muerte de una parte tan importante de nuestro tejido empresarial? ¿Habrá que tomar otro tipo de medidas? ¿Cuáles?
Desde luego, parece pronto para ser capaces de responder a todas las cuestiones, pero en algún momento habrá que afrontarlas. Lo que está claro es que el Gobierno tendrá que volcar toda su acción normativa para mantener con pulso al sector; las entidades tendrán que asegurar la transfusión de la financiación necesaria para mantener las constantes; la sociedad deberá apoyar, más que nunca, a los productos y servicios de nuestras pymes para que puedan respirar, y desde todos los ámbitos, habrá que poner a su servicio todo aquel apoyo o asesoramiento que contribuya a mantener vivo a un sector como el de las pymes que constituyen los ladrillos con los que está construida esta casa común que es España. Llegará el momento en que nos asomemos a los balcones a dar un caluroso aplauso a todas esas pymes que hayan sido capaces de seguir haciendo país, a pesar de las adversidades.